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lunes, 27 de abril de 2020

Somos gilipollas.

Otra vez aquí. Otro día que te despierta tu vecina, tu pájaro o tu madre gritando por teléfono. Ese porro del patio de luz. Otro día desayunando en casa, con un café pasable y una tostada pocha. Y sin desayuno ya no son buenos días, sólo días.

Otra noche de insomnio. Otra batalla perdida. Sobran ganas, falta control. Otra vez las 4 de la mañana. A esa hora solo cobra sentido en tu cabeza aquella canción de Fran Perea. Quién te lo iba a decir. 

Época nostálgica, escéptica, psicofísica y analfabética. Todo lo ética que quieras, pero una prueba de fuego para el ser humano. Como si nos quedara humanidad.

Época de auténticos profesionales de la polivalencia, donde conjugan el bulo, la opinión y el invento en un solo titular: la crítica.

Pero bueno, todos contentos. Porque sino hay conciertos, no hay vecinos enfadados por el ruido. Porque sino hay fútbol ni deporte la felicidad se desborda para el sedentario. Porque sino hay bares, no hay gasto ni cachondeo para el amargado. Porque sino hay hoteles, no hay peregrinos. 

Y ves, como había que tener perro. Y ves, como había que tener niños. Y ves, como la tengo más grande que tú. Y ves, que asco de gobierno jeje disfruten lo votado jaja... ni siquiera ven las ruedas de prensa. Insultan desde el primer segundo. Para que escuchar cuando puedes criticar.

Pues si, otra prórroga, hijos de puta. ¿Desescalada? Qué locura. Hijos de puta también. 

Época donde han ganado la ansiedad, el estrés y la histeria. Historia de tu vida. 

Nos molesta hasta respirar porque le damos oxígeno al de al lado. O por la alergia, también.

Hemos llegado al punto justo de rotura. Al punto exacto de cuando vas a hacer un huevo, se te rompe y no te quedan más. Días donde siempre se cae la tostada del revés y Murphy se hace ley. 

Yo ya toqué fondo. Abrí la pasta de dientes y se me cayó el tapón en el retrete. Y me mire al espejo y me sentí paseando por la delgada línea entre el suicidio y el ver Sálvame Deluxe. 

Desde siempre hemos sido un país que hemos hecho cosas bien, pero a nadie le ha importado. La opción de la queja, la burla, la crítica y reírte de lo ajeno siempre ha sido más nuestra. Qué creído es Bisbal, que mal canta Rosalía y que facha es Nadal. 

El drama de estos tiempos es que el imbecil gana por agotamiento.

Porque mi feria es mejor que la tuya. Y el carnaval es un tostón. Y que sabrás tú de acentos. Y la playas del sur son mejores que la del norte. Un largo y sinfín etcétera.

En resumen, somos masoquistas.

Y para demostrarlo, la única noche que estamos unidos al año: Eurovisión, y para partirnos la polla de nuestro representante. 

En definitiva, que somos gilipollas.



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